Enfermo Metal Radio

miércoles, 17 de agosto de 2016

Review de Lord Kraven: "La Caída de Kildarum" (2014)




Review de Lord Kraven: "La Caída de Kildarum" (2014)

Por Santiago Pogonza

Lo de los powermetaleros Lord Kraven es magnífico, excelso, colosal, inverosímil... Puedo estar dos semanas tirando adjetivos de este tipo y flores varias, ya que muy pocas veces se ha visto en la escena local algo de estas características. Hablo de una extensa obra en digipack tríptico que contiene 2 CDs con 23 tracks entre canciones e interludios, 1 hora y 45 minutos de duración para relatar una historia épico-fantástica de propia autoría, en la línea del universo Tolkien y que nada tiene que envidiar a discos laureados de Rhapsody y Blind Guardian.
La misma inicia contando el mito creacional del planeta Ernha, donde luego de una supernova cae la materia que originaría a dos seres extraordinarios, Balkkar, quien se relaciona con los primitivos hombres cual Prometeo, y Ly´Altur, morfológicamente similar pero crecido en el desértico y tenebroso lado oscuro de ese mundo. Llevado por el primero para convivir con los mortales, no puede con su naturaleza maligna, se autoproclama Dios del Terror y se rebautiza como Melder, fortaleciéndose con alianzas tribales e iniciando una rebelión descomunal. De la misma prácticamente no parecen conservarse registros y queda relegada al folklore, difusa entre recuerdos supuestamente supersticiosos, hasta que el reino de Kildarum comienza a ser acechado por extrañas fuerzas que desafían todo tipo de creencias…



 “Hay una vieja leyenda que el mundo nos obligó a olvidar. Una vieja y triste leyenda que se nos prohibió volver  a cantar… pero hay ciertas historias que el tiempo se niega a matar y hay ciertas canciones que se deben volver a escuchar”.
Así empieza la intro, que se completa con extractos de diálogos teatralizados que encontraremos por toda la placa, con una orquestación en crescendo, redondeando una suerte de tráiler cinematográfico para ir tanteando como irá la cuestión.
“Malditos dioses” es la primer canción que invita a sentarse junto al fuego para adentrarse en el tiempo presente (“El mundo cambió y la sombra acechó, con hambre Melder deseó todo el reino. El hombre temió y al dios Balkkar oró, se cree que así se ganó esa guerra. Triste leyenda de años atrás, tal vez sea mentira o verdad pero hoy se repite. ¿Cuál será la realidad, la verdad? ¿Por qué nos abandonás contra el mal? ¡Los maldigo, dioses, ya!”). Todos los ingredientes musicales que integrarán el disco pueden sentirse aquí, geniales solos repartidos entre el guitarrista Emiliano Muslimovich y el tecladista Agustín López, la imponente vocalización de Martín Noé en amplios registros, rápidos pasajes a doble bombo, momentos de cristalina calma, cabalgatas, ritmos trabados…
En “Tambores en el abismo” se crea una atmósfera casi lovecraftiana, para la concreción del peor temor de “Fear of the Dark” de Maiden (“Me encuentro solo bajando por un camino, la noche es muy profunda, la Luna autista en el cielo… sé que alguien me sigue, pero no me atrevo a voltear. Escapo tropezando en la oscuridad, desciendo al fondo y allí sé que algo me está esperando, veo una sombra que se acerca a mí. No puedo moverme y el terror que sentí ahora se torna en morbo, pues quiero saber qué es esto”).
La funesta “Un lamento por Aurín” narra cómo arrasaron la tierra de los enanos, los primeros en probar la ferocidad de los misteriosos enemigos “de ojos negros”, cayendo a pesar de su bravía. De la mano de este triste hito prosigue “La canción del juglar”, pieza barroca en la línea de Blackmore´s Night que testimonia la aparición de un viejo bardo que en su tradicional labor de transmitir oralmente las historias y leyendas, canta las penas de “un viejo mundo que olvidó lo que es”.
Luego de las discusiones en el banquete de la corte del rey Kalurd en “Consejos, rumores y otros menesteres”, sigue “Amo de tu ser”, un clásico antiquísimo, de los primeros caballitos de batalla del conjunto en sus iniciales shows de hace una década. El duelo de solos de viola y teclas me recuerda por su nivel a la segunda mitad de los 90s de los fineses Stratovarius.



Bulvof es encomendado a internarse en el teatro de operaciones para hacer espionaje e intentar retomar la ciudad conquistada a los enanos, junto con Élmelar y Balfer. El inicio de su campaña y la esperanza que genera es loada en la marcial “La marcha de los tres guerreros” (“Cuando la pasión agonice, cuando los hombres ya no puedan más, ellos vendrán cantando, con su corazón luchando. Los veo llegar… ¡Mirad! A su paso la luz avanza, ya los puedo ver, vienen a triunfar”).
Pero son arrollados en las colinas de Parfin: “El día en que el sol se apagó” se centra en la tragedia del principal guerrero, que pierde en la batalla a su hijo Bilaf. Obviamente es un sentido medio tiempo, con conmovedoras ambientaciones de instrumentos clásicos sampleados y efectos de lluvia. Se le pega la instrumental pieza “Funeral”, con Florencia Germano de invitada para ejecutar gaita, tin whistle y flauta traversa.
Luego de la particular pieza en inglés “The witch of the forest”, se oye la arenga del mismísimo rey al frente de sus tropas en “Sangre, honor y muerte”, antes del inicio de “La batalla de Gorgul”. Otro viejo himno bombástico que rivaliza en protagonismo con “En los ojos de mi enemigo”, nuevo temazo del conjunto, con más machaque, potencia y oscuridad, con una genial letra que se aventura en el choque de realidades e idiosincrasias que produce el enfrentamiento armado (“Creerás que soy la oscuridad, un monstruo extraño sin pasado… pues tú para mí eres igual, somos víctimas de esta ambigua realidad. Aquí estoy, no soy lo que ves. Debes saber que yo también lucho por el bien de mi tierra, más el tiempo nos reunió, el destino nos enfrentó. Cuando tu carne no sea más que cuero seco entre mis manos ocultaré sentir dolor, jurando que lo hice por un mundo mejor”).
El fin en todo sentido se desencadena con el diálogo de “La última misión”, la magnífica “La caída de Kildarum” y la desolación de “Salones vacíos”, dejando una luz de esperanza para la continuación de esta historia con desenlace abierto.
Pero aún hay más, se suman a modo de bonus “Master of your fate”, la versión en inglés de “Amo de tu ser” (la que evidencia la traición de Feldor, primer capitán del ejército real y primo del rey Kalurd), “La batalla de Gorgul” editada para radios y “Más allá del mar”, hermosa balada fuera del concepto del disco, inspirada en “La historia de Beren y Lúthien” de J.R.R. Tolkien.
La tapa estuvo a cargo de Gonzalo Kenny (ilustrador argentino conocido mundialmente, también fue bajista de la mítica banda Sélidor), y Pablo Nuñez realizó todos los dibujos del descomunal booklet, que consta de 22 páginas.

Aplaudo de pie el resultado de este titánico esfuerzo de largos años de los Kraven, todo el sudor y sangre quedaron cristalizados en un ítem indispensable en cualquier discoteca o biblioteca, sin lugar a dudas!


Agradezco a Agustín López por acercarme este material

Aquí está para escuchar en Youtube una de los más bellos momentos que tiene esta obra: 



domingo, 12 de junio de 2016

Review del libro "Se nos ve de negro vestidos"




Review del libro "Se nos ve de negro vestidos. Siete enfoques sobre el heavy metal argentino"

Por Santiago Pogonza

Los dueños de la pluma brava, los muchachos del GIIHMA (Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre el Heavy Metal Argentino), lanzaron a través de Ediciones La Parte Maldita un compilatorio de ensayos sobre nuestra pesada música, analizándola de forma erudita y exhaustiva a través de los tiempos, destacándose siempre la icónica figura de Ricardo Iorio, uno de los máximos fundadores de la movida en toda América Latina. Loable labor, ya que salvo escasísimas excepciones, la escena apenas había sido revisada periodísticamente, y aquí se jerarquiza como objeto de estudio universitario. Créanme que no fue nada fácil introducir esto en el ámbito académico, y es no menos laborioso sostenerlo.
El hito que signó, maximizó y profundizó estos estudios sobre la cultura metálica (englobando además de la música, toda la producción escrita desde libros, revistas y fanzines; cortos, documentales y películas; disciplinas de las artes plásticas y teatrales; entre otras) fue la itinerante Feria del Libro Heavy iniciada por Gito Minore, que tuvo su primer edición el 19 de Octubre del 2013 en el Centro Cultural “La Imaginería” del barrio porteño de Boedo.
El título se toma de la primera estrofa del temazo “Aguante Bonavena” de Almafuerte (de “A fondo blanco”, 1999): “Yo y mis pares estamos acá para dar lo que hay que dar. Por sentimiento locura y pasión SE NOS VE DE NEGRO VESTIDOS”. Su tapa es una brillante composición del ilustrador Isidoro Reta en homenaje al disco “Ácido argentino” de Hermética, manteniendo a los oprimidos de la pintura en tela de Antoni Berni “Manifestación” de 1934, a los pueblos originarios y a las Madres de Plaza de Mayo, e incluyendo hitos de la historia más reciente, como la tragedia ferroviaria de Once y el incendio de Cromañón. Ya no está el Tío Sam intentando poseer a la Libertad, sino que desde la cúpula del Congreso ahora se aposta vigía un argento cóndor con su corona yanqui, totalmente anexado. Mientras se lo ve huir al presidente del estallido en helicóptero, el Estado permanece flanqueado por las fuerzas represivas, la Iglesia con su nuevo soberano mundial y la soja transgénica del modelo agroexportador.


En el prólogo a cargo de Sandra Gasparini ella misma se pregunta y contesta: “¿Es posible abordar un objeto de estudio sin pasión? ¿Puede transformarse  en objeto de estudio aquello que nos apasiona? El carácter militante de este libro parecería indicarnos que lo heavy metal no quita lo académico. Aquí se abordan lecturas del mismo ya sea como tribu urbana, como sistema de metáforas y como conjunto de prácticas y enunciados (…). Debemos a estos ensayistas el comienzo de un camino que pone en relieve un pensamiento crítico sobre la cultura metálica nacional que no esconde sus pulsiones sino que, afortunadamente, las celebra.”
Algo que jamás se le podrá reprochar al quilmeño Emiliano Scaricaciottoli, el que se carga la patria al hombro y se erige como compilador a la vez que aporta también su capítulo. Al no hallar él más que reseñas historicistas, de un sencillo descriptivismo que sólo era la puesta en papel de la transmisión oral, fue de frente march y sin achiques con muchos objetivos, sin poder cumplir a la perfección el más difícil, llegar al grueso del pópulo. Parafraseándolo, se torna inevitable caer en la cientificidad masturbatoria de las monografías y los papers, ese lenguaje “fascista” tan natural a la vanidad del prestigismo académico. Esto no quita de todas maneras que sea un genial compendio, no es chino mandarín, simplemente lean con merecida atención y desafíen esta tendencia orwelliana de comprimir y simplificar las palabras y frases con el menor léxico posible, tan natural con los celulares y la mensajería de las redes sociales virtuales.
Apuntalados en textos de sociología, filosofía, historia, economía, política y psicología, se destacan en la bibliografía de todos los autores la producción de toda la carrera de Iorio, el libro “Cultura Metálica” de la editorial Clara Beter, los trabajos de Manuela Belén “Nuna” Calvo y la titánica obra de Emiliano coescrita con Oscar Blanco, “Las letras de rock en Argentina. De la caída de la dictadura a la crisis de la democracia (1983-2001)”, editada por Colihue.


En primer lugar Gustavo Torreiro explica por qué el heavy es una subcultura y cómo define su posición dentro de la lucha de clases, desde su mismo nacimiento local en los estertores del último gobierno militar. Y le doy la mano, un hecho ineludible de la identidad de la gran mayoría de todos nosotros es que somos unos giles trabajadores, desde la violenta puesta en marcha del plan neoliberal desindustrializador por José Alfredo Martínez de Hoz, agravado por el obsceno vaciamiento en la década de los 90s.
De aquí parte Luciano Scarrone con su análisis mercantil. Con la caída del Muro de Berlín y la consolidación total de la globalización, nuestro metal se agiganta como bastión de resistencia, aunque no deja de ser un producto, ahora aggiornado a la era digital. Del vinilo al cassette, del compact disc al mp3, iría decreciendo el ninguneo casi unánime de los medios y la sociedad de los 80s, para afianzarse estética y comercialmente en los 90s, en general al margen de las grandes corporaciones de la comunicación que siguen y seguirán titireteando la opinión pública. También se aclara que más allá de las etiquetas con código de barras, durante la última década del siglo XX aparecieron míticos programas radiales, revistas y fanzines que en mayor o menor medida le dieron lugar a las bandas emergentes.
El experimentado escritor Minore, creador de la biografía de los históricos Tren Loco (“20 años – Pogo en el andén”, editado en el 2010 por Yugular Records) se encarga de explorar la sensible relación entre la religión y el metal, con el caso Stryper, Logos y la paradoja del seminal conjunto V8, que en su ocaso y con su tercer disco “El fin de los inicuos” de 1986, tal vez se constituye como el primero de white metal por estas pampas. La polémica se instala por la presencia virósica de un evangelismo imperialista desde Estados Unidos hacia Latinoamérica, como metodología de sumisión. Se cita con mayúsculo acierto lo que dijo una socióloga en el paradigmático documental “Metal: A headbanger journey” de Sam Dunn: “Si no existiera el cristianismo no existiría el metal como lo conocemos, la religión es algo crucial en esto”.
Manuel Bernal y Diego Caballero se interiorizan como dupla en la temática del viaje en las canciones de Ricardo en Hermética y Almafuerte. Desde los orígenes del rock en este país el concepto se abordó naufragando en la balsa, anhelando ir a una casa con diez pinos (que de hecho existía y se situaba en Monte Grande, zona sur del Gran Buenos Aires), por ejemplo, mas el letrista lo abordaría como un fín en sí mismo, dándole sentido a su vida. Dirigirse a las soledades vivientes es uno de los tópicos más característicos de su obra como liberación, como búsqueda personal lejos de la opresión del urbano acostumbramiento, como necesario para encontrarse con entrañables amigos y como vital para llevar su música, en cuerpo o forma de canción.
Emparentado con este análisis Juan Ignacio Pisano se ocupa de la poética del mismo músico, con su influencia de la literatura gauchesca y las inflexiones propias de los cantores folklóricos. Un énfasis permanente en su cruzada contra el escapismo de la masa anestesiada que duerme junto a la TV y su elemental apego a lo ilusorio, entonar él el canto macho nativo de esta nación con férrea voluntad de verdad. Su ética y pasión en clave tradicionalista.
Metaforizando como enfermedad a diversos problemas de la sociedad y sus inviduos, Ezequiel Alasia indaga en muchísimas líricas del palo, que proponen resistir, saber quién es el enemigo y quiénes reproducen el mal, instando a una conciencia de clase. Toma su definición para explicar la decadencia moral/social, como escape de un destino, como desveladora, como fuerza maligna, como redentora de enfermos y marginados, etc.
Por último, Scaricaciottoli se aboca a hacer una minuciosa radiografía de la crisis local de principios de milenio y cómo fue reflejada en la matriz discursiva de las letras de bandas como O´Connor y Horcas, que con su tosca pluma dejaron indicios de un cambio de época, mejor testimoniada con ejemplos de Visceral, Serpentor, Harpoon y Tren Loco, destacándose los de Grand Bourg por canciones inmediatas como “Pampa del infierno”, “Fuera de ley” y “Rostro oscuro”. Esta última en homenaje al metalero y militante de izquierda Darío Santillán, quien fuera fusilado junto a Maximiliano Kosteki en Avellaneda por sicarios policiales, con el aval del poder político. O si quieren mirar sin ver, fueron dos nuevas muertes que causó la crisis por andar cheguevareando… por supuesto, aquí se vuelve inevitable mencionar las contradicciones del líder de Almafuerte, que hasta se podría trazar un paralelismo entre él y el “primer Perón” (el de la dupla guerrera con Eva Duarte) en contracara con el nefasto Juan Domingo de la década del 70.


En la primer presentación en sociedad de esta obra se aludió a la idea de “matar a Borges” atribuida al novelista Witold Gombrowicz, como estrategia para escribir después de él. A 30 años de la muerte del célebre escritor y de la disolución de V8, creo que su analógico clamor de “matar a Iorio” hace rato se concretó, ocurre que los ejemplos no están fácilmente visibilizados por la cantidad de bandas que existen y la poca difusión que consiguen, aún en estos días del libertinaje y saturación de la internet. Por mencionar algunas de temáticas similares con soberbios planteos, tenemos a los neuquinos Sobreviviente, los berazateguenses Zona Negra, los saltenses Osamenta, los tigrenses Crematorio o incluso los Kyrie Eleison en la zona oeste del GBA, que se animaron a relatar nuestra dura realidad cotidiana en inglés… estas son las nuevas brigadas metálicas, los guerreros urbanos de razones concientes. Por eso le dejo la última palabra una vez más al protagonista de hoy y de siempre, en una visión póstuma sobre su primer gran sueño:
“Lo que se proponía desde el fondo del corazón de V8 era la música del pardo, del hijo del obrero, del hijo de la mierda. El heavy es un ser pensador y el éxito de una banda reside en el contenido de su propuesta, en el poder de su expresión. La gravedad de las cosas es lo que importa y los artistas son los encargados de transmitirla”.




viernes, 22 de abril de 2016

Aniversario de Stratovarius: 20 años de "Episode"




Aniversario de Stratovarius: 20 años de "Episode"

Por Santiago Pogonza

Hoy se cumplen exactamente dos décadas de la edición del disco “bisagra” de los fineses Stratovarius y de la escena del power metal mundial, el aclamado “Episode”, lanzado un lejano 22 de Abril de 1996. Llegó a mí unos meses después de su edición en la Argentina, cuando tenía unos escasos 10 años de edad… es el primer disco de metal que escuché y esta reseña será el summum de la subjetividad.
No estará demás graficar una breve visión general de las grandes ligas de la escena para aquellos días: el negocio estaba signado por el apogeo del grunge, titanes como Judas Priest y Iron Maiden habían perdido a sus carismáticos vocalistas, bandas thrashers ablandaban sus propuestas masivamente, bandas blackers endurecían sus propuestas con muertes y piromanía anticristiana (!), Metallica lanzaba “Load” y “Reload” (se pueden traducir como “Cagada” y “Recagada”), Helloween no se quedaba atrás con “Pink Bubbles Go Ape” y el innombrable “Chameleon”, Ritchie Blackmore abandonaba la guitarra eléctrica… en fin, un panorama un tanto pálido, que sería revitalizado por una banda emergida del under del fin norteño del mundo!
Stratovarius venía batallando desde mediados de los 80s, cimentando una más que respetable carrera a base de discazos como “Fright Night” (1989), “Twilight Time” (1992), “Dreamspace” (1994) y “Fourth Dimension” (1995), que constituyen una ascendente escalera de evolución musical y sonora, con los cuales de a poco fueron saliendo del ámbito local, tocando primero en países vecinos y conquistando el mercado japonés y alemán. Para el último CD mencionado, incorporan al cantante Timo Kotipelto, pero el guitarrista Timo Tolkki ambiciona aún más y en una jugada arriesgadísima echa al tecladista Antti Ikonen y al baterista Tuomo Lassila, miembro fundador del conjunto en 1984 y último integrante original que quedaba. Inmediatamente, con férrea determinación, contacta y adiciona a 2 bestias “extranjeras”que admiraba muchísimo… nada más ni nada menos que el tecladista sueco Jens Johansson, que vivía en Estados Unidos, que integró la época dorada de la banda de Yngwie Malmsteen (los primeros 4 discos: “Rising Force”, “Marching Out”, “Trilogy” y “Odyssey”), que grabó y giró con Dio para la época de “Lock Up The Wolves” y estuvo cerca de encargarse de las teclas de Dream Theater tras la partida de Kevin Moore. Para el puesto de batería, la responsabilidad cayó en manos del alemán Jörg Michael, que pasó por muchísimas agrupaciones fundamentales de su país (destaco Rage, Running Wild, Grave Digger, Mekong Delta y Axel Rudi Pell, entre tantas).
Con la confianza de tener bajo su batuta un dreamteam, el líder registra también como productor junto a ellos sus nuevas canciones en el histórico estudio Finnvox de Helsinki, al cual de ahí en más pusieron en boca de todo el planeta.


Los primeros segundos de la obra inician con un sugestivo tic-tac de reloj para explotar en “Father Time”, un contundente tema de heavy-power como para ya de entrada saber que no va a ser un disco más! Exhuberante en cuanto a arreglos percusivos, con memorables coros luego del solo de guitarra, sutiles colchones de teclados que explotan orquestalmente finalizando la canción, y un monumental desempeño del bajo a cargo de Jari Kainulainen, de los mejores del palo en mi humilde opinión. Gran letra del cantante, cuya profética estrofa final dice: “Ahora entiendo, tomaré del tiempo lo que necesite y lo guardaré en mi interior, para allí encontrarlos. No puedo negar que los años pasaran, pero no me molesta porque ahora comenzaré a realizar mi sueño”. 
La misma energía sigue con “Will The Sunrise”, con riffs que quedarían pintados en algún disco firmado por Blackmore/Dio, un hitazo neoclásico que trae luego del segundo estribillo el primer superduelo entre Tolkki y Johansson, sacándose chispas mutuamente.
Demostrando que no todo es vértigo y doble bombo, asoma un “Eternity”, con una magnífica intro de teclados, coro y guitarra acústica para desembocar en un durísimo riff con base a medio tiempo. La inspiración lírica es casi borgeana: “Puedo sentir extraños pensamientos en mi mente. Qué pasa si no estamos solos aquí, si hay un clon de cada uno en alguna parte, duplicando todo lo que hacemos (…) Por qué no me llevas allí? Quiero sentir algo infinito, por qué no solo nos atrevemos. Porque todo después permanece... eternamente”.
La pieza “Episode” actúa como un climático interludio, que si fuera creada antes podría haber terminado en el primer disco solista de Timo, “Classical Variations and Themes”. Recuerdo preguntarme de niño por qué no la habían puesto como primer track de la obra, pero creo ahora que está donde tiene que estar, funciona a la perfección si a su culminación aparece un “Speed Of Light”, otro con temática obsesiva con el paso del tiempo. Sigue siendo uno de los más grandes clásicos del quinteto, breve pero efectivísimo, derrochando virtuosismo en cada acorde con una fórmula que sería replicada hasta el hartazgo por Sonata Arctica, Dragonforce y un sinfín de conjuntos de todo el mundo.
Nuevamente evitan la chatura con una canción que transpira la década de los 80s por todos sus poros, “Uncertainty”, que con su sobrio uso de la distorsión evidencia más la exquisita labor de las 6 cuerdas del bajo de Jari. Es la primera compuesta íntegramente por Kotipelto.
La dramática “Season Of Change” se encolumna entre lo mejor producido por los nórdicos en toda su carrera, con una fantástica letra existencial de Tolkki... el feeling de Kotipelto, la impecable ejecución de todos los instrumentos y la calidad de los arreglos no tienen comparación, a lo sumo puedo decir que el desarrollo general y su apoteosis emociona tanto o más que "Stargazer" de Rainbow. Acá hubo más presupuesto y el gordo se dio el lujo de contar con un mayor ensamble clásico, ya que la primer experiencia similar fue en el disco anterior con una breve intervención de un cuarteto de cuerdas, para "Twilight Symphony".
Otro gran momento de "demostración" de talentos vendría de la mano de “Stratosphere”, que junto con el futuro "Holy Light" se convertiría en uno de sus más aclamados instrumentales, siguiendo con la tradición de tenerlos desde su primer disco, cosa que interrumpirían posteriormente en "Destiny" (1998) y que volvería por última vez en "Elements Pt. 1" (2003).
El momento más épico es “Babylon”, un temazo bien doom que no hubiese desentonado para nada en alguno de los primeros discos de Candlemass, con una cadencia pesadísima y melodías orientales acordes a la mística de la histórica ciudad mesopotámica ("Un nuevo día nace en la antigua Babilonia, revelando misterios para ver. Esta interminable caravana nunca termina su viaje. Volaré con las alas del viento, puedo oírte llamándome, estoy ciego pero veo... Babilonia, tu recuerdo me persigue por siempre").
“Tomorrow” es un orgasmo powermetalero de 5 minutos, ya en la introducción descolla la avasallante batería del alemán, indicando uno de los principales manantiales de inspiración: el metal melódico germano, aunque también hay guiños al "arcoiris" del famoso y cabrón violero inglés, pionero de los duelos entre teclas y guitarras. Este hitazo (que inexplicablemente duró muy poco en sus setlists) sería tomado como "guía" por los locales Imperio para "Será Una Gran Victoria", así como "Against The Wind" para "El Tiempo Dirá" y Black Diamond para "Un Paso Atrás" y "Voy A Tu Encuentro"... chequeen y saquen sus propias conclusiones, amigos! :D
Tirando por la ventana todos los arquetipos de estructura de composición, van culminando con un atípico “Night Time Eclipse”, poseedor de variados climas, tal vez tributando el amor por el viejo Queensrÿche. El segundo segmento y los cambios de ritmo a partir de los 4:41 y los coros finales son la mismísima gloria!
El cierre está a cargo de “Forever”, una emotiva balada dedicada al trágicamente fallecido padre de Tolkki, con una bella letra mucho más sutil que la durísima "Father" del segundo esfuerzo solista del músico finés. En plan acústico y con arreglos orquestales, es una infaltable en los shows desde su creación.

Con esta placa de poco más de una hora de duración, revolucionaron la escena pesada, haciendo que todas las miradas se posen hacia esa gran cantera que siempre fue Finlandia. Y no sería su techo, ya que el siguiente paso discográfico fue el igualmente amado "Visions" (1997).
Brindemos por esta eterna banda que sigue sacando excelentes obras, tal vez hoy mismo inicien el camino de algún jovencito como a mí en su momento... LARGA VIDA A STRATOVARIUS! ImI