Review del libro "Se nos ve de negro vestidos. Siete enfoques sobre el heavy metal argentino"
Por Santiago Pogonza
Los dueños de la pluma brava, los muchachos del GIIHMA (Grupo de
Investigación Interdisciplinaria sobre el Heavy Metal Argentino), lanzaron a
través de Ediciones La Parte Maldita un compilatorio de ensayos sobre nuestra
pesada música, analizándola de forma erudita y exhaustiva a través de los tiempos,
destacándose siempre la icónica figura de Ricardo Iorio, uno de los máximos
fundadores de la movida en toda América Latina. Loable labor, ya que salvo
escasísimas excepciones, la escena apenas había sido revisada periodísticamente,
y aquí se jerarquiza como objeto de estudio universitario. Créanme que no fue
nada fácil introducir esto en el ámbito académico, y es no menos laborioso sostenerlo.
El hito que signó, maximizó y profundizó estos estudios sobre la
cultura metálica (englobando además de la música, toda la producción escrita
desde libros, revistas y fanzines; cortos, documentales y películas;
disciplinas de las artes plásticas y teatrales; entre otras) fue la itinerante
Feria del Libro Heavy iniciada por Gito Minore, que tuvo su primer edición el
19 de Octubre del 2013 en el Centro Cultural “La Imaginería” del barrio porteño
de Boedo.
El título se toma de la primera estrofa del temazo “Aguante
Bonavena” de Almafuerte (de “A fondo blanco”, 1999): “Yo y mis pares estamos acá
para dar lo que hay que dar. Por sentimiento locura y pasión SE NOS VE DE NEGRO
VESTIDOS”. Su tapa es una brillante composición del ilustrador Isidoro Reta en
homenaje al disco “Ácido argentino” de Hermética, manteniendo a los oprimidos
de la pintura en tela de Antoni Berni “Manifestación” de 1934, a los pueblos
originarios y a las Madres de Plaza de Mayo, e incluyendo hitos de la historia
más reciente, como la tragedia ferroviaria de Once y el incendio de Cromañón. Ya
no está el Tío Sam intentando poseer a la Libertad, sino que desde la cúpula
del Congreso ahora se aposta vigía un argento cóndor con su corona yanqui,
totalmente anexado. Mientras se lo ve huir al presidente del estallido en
helicóptero, el Estado permanece flanqueado por las fuerzas represivas, la
Iglesia con su nuevo soberano mundial y la soja transgénica del modelo agroexportador.
En el prólogo a cargo de Sandra Gasparini ella misma se pregunta y
contesta: “¿Es posible abordar un objeto de estudio sin pasión? ¿Puede
transformarse en objeto de estudio
aquello que nos apasiona? El carácter militante de este libro parecería
indicarnos que lo heavy metal no quita lo académico. Aquí se abordan lecturas
del mismo ya sea como tribu urbana, como sistema de metáforas y como conjunto
de prácticas y enunciados (…). Debemos a estos ensayistas el comienzo de un
camino que pone en relieve un pensamiento crítico sobre la cultura metálica
nacional que no esconde sus pulsiones sino que, afortunadamente, las celebra.”
Algo que jamás se le podrá reprochar al quilmeño Emiliano
Scaricaciottoli, el que se carga la patria al hombro y se erige como compilador
a la vez que aporta también su capítulo. Al no hallar él más que reseñas
historicistas, de un sencillo descriptivismo que sólo era la puesta en papel de
la transmisión oral, fue de frente march y sin achiques con muchos objetivos, sin
poder cumplir a la perfección el más difícil, llegar al grueso del pópulo.
Parafraseándolo, se torna inevitable caer
en la cientificidad masturbatoria de las monografías y los papers, ese lenguaje
“fascista” tan natural a la vanidad del prestigismo académico. Esto no quita
de todas maneras que sea un genial compendio, no es chino mandarín, simplemente
lean con merecida atención y desafíen esta tendencia orwelliana de comprimir y
simplificar las palabras y frases con el menor léxico posible, tan natural con
los celulares y la mensajería de las redes sociales virtuales.
Apuntalados en textos de sociología, filosofía, historia, economía,
política y psicología, se destacan en la bibliografía de todos los autores la
producción de toda la carrera de Iorio, el libro “Cultura Metálica” de la
editorial Clara Beter, los trabajos de Manuela Belén “Nuna” Calvo y la titánica
obra de Emiliano coescrita con Oscar Blanco, “Las letras de rock en Argentina.
De la caída de la dictadura a la crisis de la democracia (1983-2001)”, editada
por Colihue.
En primer lugar Gustavo Torreiro explica por qué el heavy es una
subcultura y cómo define su posición dentro de la lucha de clases, desde su mismo nacimiento local en los estertores del último gobierno
militar. Y le doy la mano, un
hecho ineludible de la identidad de la gran mayoría de todos nosotros es que
somos unos giles trabajadores, desde la violenta puesta en marcha del plan neoliberal
desindustrializador por José Alfredo Martínez de Hoz, agravado por el obsceno
vaciamiento en la década de los 90s.
De aquí parte Luciano Scarrone con su análisis mercantil. Con la
caída del Muro de Berlín y la consolidación total de la globalización, nuestro
metal se agiganta como bastión de resistencia, aunque no deja de ser un
producto, ahora aggiornado a la era
digital. Del vinilo al cassette, del compact disc al mp3, iría decreciendo el
ninguneo casi unánime de los medios y la sociedad de los 80s, para afianzarse
estética y comercialmente en los 90s, en general al margen de las grandes
corporaciones de la comunicación que siguen y seguirán titireteando la opinión
pública. También se aclara que más allá de las etiquetas con código de barras,
durante la última década del siglo XX aparecieron míticos programas radiales,
revistas y fanzines que en mayor o menor medida le dieron lugar a las bandas
emergentes.
El experimentado escritor Minore, creador de la biografía de los
históricos Tren Loco (“20 años – Pogo en el andén”, editado en el 2010 por
Yugular Records) se encarga de explorar la sensible relación entre la religión
y el metal, con el caso Stryper, Logos y la paradoja del seminal conjunto V8,
que en su ocaso y con su tercer disco “El fin de los inicuos” de 1986, tal vez
se constituye como el primero de white metal por estas pampas. La polémica se
instala por la presencia virósica de un evangelismo imperialista desde Estados
Unidos hacia Latinoamérica, como metodología de sumisión. Se cita con mayúsculo
acierto lo que dijo una socióloga en el paradigmático documental “Metal: A
headbanger journey” de Sam Dunn: “Si no existiera el cristianismo no existiría
el metal como lo conocemos, la religión es algo crucial en esto”.
Manuel Bernal y Diego Caballero se interiorizan como dupla en la
temática del viaje en las canciones de Ricardo en Hermética y Almafuerte. Desde
los orígenes del rock en este país el concepto se abordó naufragando en la balsa, anhelando ir a una casa con diez pinos (que de hecho existía y se situaba en Monte
Grande, zona sur del Gran Buenos Aires), por ejemplo, mas el letrista lo
abordaría como un fín en sí mismo, dándole sentido a su vida. Dirigirse a las
soledades vivientes es uno de los tópicos más característicos de su obra como
liberación, como búsqueda personal lejos de la opresión del urbano
acostumbramiento, como necesario para encontrarse con entrañables amigos y como
vital para llevar su música, en cuerpo o forma de canción.
Emparentado con este análisis Juan Ignacio Pisano se ocupa de la
poética del mismo músico, con su influencia de la literatura gauchesca
y las inflexiones propias de los cantores folklóricos. Un énfasis permanente en
su cruzada contra el escapismo de la masa anestesiada que duerme junto a la TV
y su elemental apego a lo ilusorio, entonar él el canto macho nativo de esta
nación con férrea voluntad de verdad. Su ética y pasión en clave
tradicionalista.
Metaforizando como enfermedad a diversos problemas de la sociedad y
sus inviduos, Ezequiel Alasia indaga en muchísimas líricas del palo, que
proponen resistir, saber quién es el enemigo y quiénes reproducen el mal,
instando a una conciencia de clase. Toma su definición para explicar la
decadencia moral/social, como escape de un destino, como desveladora, como
fuerza maligna, como redentora de enfermos y marginados, etc.
Por último, Scaricaciottoli se aboca a hacer una minuciosa
radiografía de la crisis local de principios de milenio y cómo fue reflejada en
la matriz discursiva de las letras de bandas como O´Connor y Horcas, que con su
tosca pluma dejaron indicios de un cambio de época, mejor testimoniada con
ejemplos de Visceral, Serpentor, Harpoon y Tren Loco, destacándose los de Grand
Bourg por canciones inmediatas como “Pampa del infierno”, “Fuera de ley” y
“Rostro oscuro”. Esta última en homenaje al metalero y militante de izquierda
Darío Santillán, quien fuera fusilado junto a Maximiliano Kosteki en Avellaneda
por sicarios policiales, con el aval del poder político. O si quieren mirar sin
ver, fueron dos nuevas muertes que causó
la crisis por andar cheguevareando…
por supuesto, aquí se vuelve inevitable mencionar las contradicciones del líder
de Almafuerte, que hasta se podría trazar un paralelismo entre él y el “primer
Perón” (el de la dupla guerrera con Eva Duarte) en contracara con el nefasto Juan
Domingo de la década del 70.
En la primer presentación en sociedad de esta obra se aludió a la
idea de “matar a Borges” atribuida al novelista Witold Gombrowicz, como estrategia para escribir después de él. A 30 años de
la muerte del célebre escritor y de la disolución de V8, creo que su analógico clamor
de “matar a Iorio” hace rato se concretó, ocurre que los ejemplos no están
fácilmente visibilizados por la cantidad de bandas que existen y la poca
difusión que consiguen, aún en estos días del libertinaje y saturación de la
internet. Por mencionar algunas de temáticas similares con soberbios planteos,
tenemos a los neuquinos Sobreviviente, los berazateguenses Zona Negra, los
saltenses Osamenta, los tigrenses Crematorio o incluso los Kyrie Eleison en la
zona oeste del GBA, que se animaron a relatar nuestra dura realidad cotidiana en
inglés… estas son las nuevas brigadas metálicas, los guerreros urbanos de razones concientes. Por eso le dejo la última palabra una vez más al protagonista de
hoy y de siempre, en una visión póstuma sobre su primer gran sueño:
“Lo que se proponía desde el fondo del corazón de V8 era la música
del pardo, del hijo del obrero, del hijo de la mierda. El heavy es un ser
pensador y el éxito de una banda reside en el contenido de su propuesta, en el
poder de su expresión. La gravedad de las cosas es lo que importa y los
artistas son los encargados de transmitirla”.